Toda vida es muy valiosa
Hoy se conoció un fallo del Ministerio Público Fiscal que restringe la aplicación de productos agroquímicos, en las zonas adyacentes a dos establecimientos educativos en la comuna de Dique Chico en el radio de 500 metros alrededor del límite externo de las escuelas. En Cosquín, a contramano de todo, se vetó la ordenanza sobre glifosato.
En su gacetilla el Ministerio Público avanza sobre la prueba que consideró relevante y cómo "los estudios médicos de genotoxicidad exhibidos, referidos a cuatro niños asistentes a los colegios de la zona que presentaron alteraciones en las células micronucleadas, son elementos que a prima facie resultan suficientes para tener por configurado un peligro de daño a la salud y justificar la procedencia de la medida".
La argumentación me ayudó a encontrar palabras para lo que vivimos en Cosquín estos días. Yo fui una de las que creyó inicialmente que el tema fumigaciones se podía controlar con medidas preventivas y adecuaciones, sin embargo luego de este tiempo de debate, de escuchar profesionales que saben del tema y de estudiar sobre el punto, pude aprender que hay que avanzar y por eso voté la prohibición.
Entre las cosas que me quedaron claras, está la posición que uno elige, de qué lado estar y en esto prefiero el lado de los vecinos, como yo, no por número o cantidad de personas sino por calidad de vida y buscando soluciones para todos. Del otro lado nos topamos con la decisión de sostener el status quo, de la rentabilidad y de una visión económica. Las reglas del comercio según las cuales siempre habrá alguien a quién vender y que el campo es un comercio al que defender, esas reglas que nos ponen en lugar de clientes y nos cuentan por número.
En ese sentido por estos días estamos tratando en el Concejo un proyecto muy distinto del de la prohibición del glifosato pero que también busca cuidar la vida: controles de alcoholemia para conductores, y nos chocamos con la misma posición de desprecio de la vida y de preservación de intereses comerciales. "Llamemos a los gastronómicos a ver si les perjudica"; "No hagamos alcohol cero porque la muni hace la peña de Cosquín"; "Qué pasa si nos reclama alguien ebrio porque detenemos su auto y el vehículo sufre un daño?"...
Parece que cualquier perjuicio económico, aun potencial, importa más que el que muera alguien en un accidente. O peor aún, parece que, siguiendo esta lógica numérico/económica, no ha muerto suficiente cantidad de gente. Quizás por eso ayer uno de los concejales de Proyecto Cosquín me corrigió porque yo venía hablando de "personas, familiares de..." en plural, y el concejal me interrumpió: "¿Personas? Una sola persona murió en Cosquín."
Por suerte hay jueces que ya entienden que toda vida vale, que no hace falta contar cantidad de casos sino proteger la de todos, y así lo demuestra el dictamen del caso de Dique Chico del que hablaba inicialmente:
“No puede aceptarse el argumento de que cuatro niños menores de edad no pueden considerarse representativos del universo de niños que asisten al establecimiento, porque si se encuentra probada la amenaza de daño aunque sea sobre uno solo de ellos, esa vida es muy valiosa, por lo tanto el sistema jurídico tiene que reaccionar y tomar todos las precauciones para evitar que el daño se consolide o propague”
Y a Cosquín, aunque la mayoría acostumbre ir a contramano, también le llegará el momento de cuidar la vida de todos.
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